En ocasión de cumplirse 40 años de la recuperación democrática, la
situación económica y social y el año electoral obligan a la reflexión
de toda la clase dirigente para recuperar el rumbo definitivo hacia EL
DESARROLLO, LA PRODUCCIÓN Y EL TRABAJO. Lo hacemos
convencidos de que estos ejes son los únicos que pueden garantizar
la justicia y la inclusión social de manera sostenida.
Es con políticas de desarrollo de mediano y largo plazo que
podremos salir de la mirada cortoplacista que nos sumerge en la
trampa de la emergencia para no pensar el futuro. Es preciso,
ciertamente, atender las necesidades del hoy y ahora, que sumergen
a amplios sectores de nuestra sociedad en los flagelos de la
exclusión y la pobreza. Y las soluciones, tanto para el presente como
para el futuro tienen un denominador común: poner en marcha un
GRAN ACUERDO POLÍTICO, ECONÓMICO Y SOCIAL que
promueva y fortalezca una verdadera y permanente alianza entre
la producción y el trabajo, única fórmula sustentable para
garantizar un crecimiento inclusivo con justicia social.
Necesitamos recuperar los anhelos que la verdadera democracia
debe representar: LA FELICIDAD DEL PUEBLO Y LA GRANDEZA
DE LA NACIÓN. Solamente a través de una clase dirigente que
comprenda que la política es la única herramienta de
transformación de una sociedad injusta y desigual y no la
búsqueda de intereses personales, podremos recuperar la esperanza
que termine con el desencanto y el descreimiento en las instituciones
y en la clase política, terreno fértil para el surgimiento de emergentes
que con mensajes antisistema pretenden capitalizar el descontento
social, poniendo en serio riesgo la vigencia de un sistema
democrático pleno que represente y contenga a todos los sectores
de la sociedad por igual.
Con mucha responsabilidad nuestra CGT ha dado un paso muy
importante cuidando la unidad mas allá de los matices propios
de la diversidad. Lo hacemos convencidos de que nadie tiene una
verdad absoluta. Esta es nuestra contribución a la realidad actual del
movimiento nacional, deponer posiciones individuales en favor del
bien común.
No somos convidados de piedra. Somos la resultante de un
proceso histórico que nació en 1945 donde, mas allá de los
derechos sociales laborales y económicos que las y los
trabajadores incorporáramos a la memoria colectiva,
adquirimos para siempre la participación política y el derecho a
ser artífices de nuestro propio destino. Parte de esa evolución nos
hizo transitar la recuperación democrática aportando gobernabilidad,
aún en contextos particularmente adversos. Esto nos da derecho a
participar de las decisiones políticas que nuestro movimiento debe
expresar.
El actual contexto económico y social es lo suficientemente complejo
como para perdernos en mezquindades y tácticas canceladoras. Es
preciso, como invoca nuestro Papa Francisco, promover la
CULTURA DEL ENCUENTRO. El país necesita de más encuentro,
más diálogo, aún en el disenso, especialmente para encarar las
políticas que nos permitan alcanzar el rumbo con el que todos, sin
exclusiones, podamos identificarnos.
Necesitamos recrear el diálogo para confluir en una plataforma de
consenso sobre DIEZ POLÍTICAS DE ESTADO DESTINADAS A
DINAMIZAR LOS POTENCIALES ECONÓMICOS PRODUCTIVOS
QUE TIENE LA ARGENTINA. Todos sabemos que la foto de la
situación actual es bien distinta de la radiografía de nuestro país.
Nadie puede resignarse a creer que las condiciones materiales
de Argentina sean el 40% de pobreza y niveles de desigualdad
que conspiran contra la necesaria cohesión social.
Diseñar un modelo de desarrollo sostenible y llevarlo a cabo, requiere
hoy de una condición de primer orden. La verdad histórica es
inapelable respecto a la irresponsabilidad con la que se contrajo el
endeudamiento, cuyas consecuencias se hacen cada día más
condicionantes. Es urgente una rediscusión de plazos y pautas de
las condiciones sobre los servicios de la deuda comprometidos
con el FMI. Variables económicas fundamentales, exógenas a la
actual administración, sufrieron cambios que alteraron las
condiciones que inspiraran las negociaciones originales.
Coherentes con la necesidad de dialogo para encontrar soluciones
de largo plazo, debemos aprender de las lecciones del pasado
reciente. La iniciativa del Consejo Económico y Social su falta de
institucionalidad por Ley marca la diferencia entre acuerdos en torno
a políticas de Estado y simples expresiones de deseos.
Debemos detener esta escalada del “sálvese quien pueda” que se
traduce en desprotección social, pérdida de poder adquisitivo,
distorsión de precios relativos por efecto de la inflación y apropiación
de rentas extraordinarias. Tenemos que construir UN PACTO
ECONÓMICO Y SOCIAL DONDE LA POLÍTICA CON
MAYÚSCULAS, ASUMA UN PROTAGONISMO A LA ALTURA DE
LOS PROBLEMAS QUE ATRAVESAMOS, transformándola en una
oportunidad histórica que nos interpele a adoptar posturas alejadas
de la mezquindad política coyuntural y los personalismos sectarios,
por la vocación de servicio en la búsqueda y puesta en práctica de
amplios consensos políticos superadores, que sean la plataforma de
lanzamiento de un proyecto de país transformador del presente y el
futuro de las argentinas y argentinos.
Ese modelo económico social al que aspiramos debe estar basado
en la producción que impulse a la economía real, que genere el
entorno favorable para que el crecimiento de la inversión no se
enfoque en la especulación financiera sino a la generación de trabajo
con derechos. Una política productiva inclusiva supone, en el actual
contexto globalizado, que nuestro país enfoque sus esfuerzos en
generar valor agregado, favoreciendo la exportación de
productos intermedios y finales, exportando trabajo argentino.
Esto implica recuperar la CULTURA DEL TRABAJO como eje
transformador y efectivamente democratizante de la sociedad.
Las y los argentinos que viven de trabajos precarios, los jóvenes que
acceden a un mercado de trabajo cada vez más excluyente y
segmentado merecen oportunidades de realización que vayan más
allá de la mera subsistencia que les imponen los planes sociales. Los
niveles de pobreza e indigencia nos deben llevar a pensar una
alternativa superadora donde el trabajo y la producción sean ejes que
promuevan el progreso y las oportunidades para todos y todas.
Argentina debe integrarse a un mundo que debate el futuro del
trabajo de manera moderna e inteligente. Así como el peronismo
representó en sus orígenes un cambio de paradigma político social,
hoy esa realidad se expresa en discutir los medios de producción y
las formas de un capitalismo predatorio, transformándolo hacia una
matriz de producción que ponga énfasis en los recursos estratégicos
puestos al servicio del trabajo y el desarrollo económico y social.
La actual revolución tecnológica debe perseguir el curso histórico de
proveer el progreso a las personas e integrar a la sociedad y no ser
el patrimonio de elites que buscan marginar a vastos sectores de la
cultura del trabajo. No nos oponemos a los avances tecnológicos,
pero estos deben estar al servicio de las grandes mayorías y
servir a los pueblos.
El mundo discute un nuevo contrato social como contracara de
modelos de negocio rentísticos que pretenden que sea la calidad del
trabajo y las y los trabajadores quienes dediquen sus esfuerzos en
involucionar hacia modelos precapitalistas. Nuestra vocación de
discusión y acuerdos no se agotan en sostener el status quo. El
progreso es sinónimo de evolución social y tenemos que animarnos
a poner sobre la mesa la fundamentación social del trabajo. No es
cuestión de repartir la escasez que ordena un modelo de
producción basado exclusivamente en métodos concentradores
de riqueza.
Un modelo económico incluyente debe privilegiar el valor del
trabajo, distribuir más equitativamente los frutos de la
productividad y entender que los derechos de las y los trabajadores
no son privilegios sino la necesidad de participar de una sociedad
menos desigual.
EL MOVIMIENTO SINDICAL ES LA EXPRESIÓN
MÁS GENUINA Y APTA PARA REPRESENTAR E INTERPELAR
ESTE CONFLICTO DE INTERESES.
El sindicalismo en general y el argentino en particular se pone al
frente de discutir un modelo de relaciones laborales que nos
coloquen en un mundo que debate la reducción de la jornada de
trabajo como medio de generar más empleo y distribuir mejor el
beneficio extraordinario del capital. Argentina, desde la irrupción del
PERONISMO en la vida política y social del país, encontró en las
organizaciones de trabajadores la única herramienta duradera y
efectiva de concertación sectorial a través de las negociaciones
colectivas.
Es falso e intencional decir que los convenios colectivos de
trabajo son anacrónicos y estáticos. Gracias a la dinámica de la
negociación colectiva, trabajadores y empresarios tenemos un
espacio de concertación sectorial que ha dado muestras de
razonabilidad y evolución de las condiciones de trabajo, pero también
de producción.
Tenemos ante nosotros, una oportunidad singular desde donde
edificar las condiciones que nos permitan salir de la postergación
permanente y mirar hacia un futuro que, sin pocos esfuerzos, nos
encuentre en un proyecto común de país donde todos somos
necesarios y tenemos un rol definido en un proceso de recuperación
sostenida en el tiempo. Protagonistas de un modelo inclusivo, de
crecimiento productivo, económico y social para poner
definitivamente de pie a un país y a una sociedad que no se
resigna a las desigualdades sociales y a la postración
económica. Un país donde el trabajo digno, la producción, el
desarrollo y la justicia social sean los pilares de una realidad
efectiva, consistente y duradera.
La realidad de una nueva Argentina.
LA ARGENTINA QUE LAS Y LOS ARGENTINOS NOS
MERECEMOS.
Buenos Aires, 1º de Mayo de 2023
CONSEJO DIRECTIVO NACIONAL