Cuando el martes se conoció la carta de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, sentimos una profunda
preocupación, no tanto por la decisión que comunicaba, sino por la falta de comprensión que manifestaron
numerosos sectores de la política argentina, principalmente al interior del Frente de Todos. Muchos interpretaron la
carta de Cristina como un renunciamiento personal, cuando en realidad lo que estaba dejando en claro, era que la
decisión de no ser candidata, era consecuencia de una persecución y proscripción judicial contra todo el peronismo
y más aún, un ataque a la democracia entera.
Los fallos de la corte suspendiendo las elecciones en las provincias de Tucumán y San Juan, pusieron en evidencia,
lo que muchos sospechábamos con anterioridad, el partido judicial iba a hacer uso de cualquier elemento que
tuviera a su alcance, legal o ilegal, para materializar sus intereses e impedir la candidatura del principal referente
del campo nacional y popular. Aquellos fallos tuvieron una clara destinataria, la vicepresidenta de la nación,
resultando una evidente amenaza que decía “mira lo que te vamos a hacer”.
La carta de Cristina y la entrevista televisiva posterior fueron muy claras, Cristina no se bajó de ninguna candidatura,
por el contrario, Cristina aumentó la presión al interior del Frente de Todos, observando que amplios sectores de la
coalición gobernante, se muestran complacientes frente a los reiterados ataques de la Corte Suprema de Justicia
contra la democracia, la independencia de las provincias, el movimiento peronista y la vicepresidenta de la nación.
Algunos llevan al máximo su mezquindad política, creyendo que un posible corrimiento de Cristina les facilitaría el
camino para transformase en nuevos conductores del movimiento, como si el pueblo fuese una simple marioneta
que cambia de titiritero. Lo que desconoce esta dirigencia, es que, para conducir al movimiento, primero se lo
tiene que conquistar y ello resulta imposible cuando se coquetea con los que defienden intereses opuestos a los del
conjunto del pueblo argentino.
La interna al interior del Frente de Todos es encarnizada, lo que manifiesta la postura expectante de muchos
dirigentes que especulan con un corrimiento de Cristina, es la existencia de proyectos políticos antagónicos. Cuando
Cristina manifiesta que necesitamos elaborar un programa, justamente está haciendo notar esta dicotomía. Lo que
está pidiendo en realidad es un salto cualitativo, pasando a una nueva etapa que privilegie la unidad programática,
por sobre la electoral. Más que definir nombres, lo que se necesita es establecer de que manera se hará frente a la
crisis de deuda, la restricción externa y su consecuente disparada inficionaría. Los temas centrales que hoy
acorralan el desarrollo de nuestra nación.
Bajarse de una candidatura sería resignar el proyecto, Cristina no se bajó de nada, lo que ella espera es un
compromiso político de todo el Frente de Todos y de Alberto Fernández, a enfrentar con contundencia la avanzada
judicial, romper la proscripción y recurrir a todas la herramientas disponibles, incluido el indulto presidencial, para
que todo el campo nacional y popular, pueda expresar democráticamente el apoyo a su máxima referente, a su
conductora, la única capaz de renovar la confianza que requiere un nuevo pacto electoral.
Esta es la cuestión de fondo, si la totalidad de la dirigencia del Frente de Todos no se encuentra convencida de
enfrentar la embestida judicial, al FMI y a las políticas contrarias a los intereses del pueblo, entonces sea quien sea
el candidato que llevemos en la boleta, el resultado siempre será el mismo, el condicionamiento de la política por
parte del instrumento judicial. Dejando truncas las ganas de levantar las banderas de la justicia social, la
independencia económica y la soberanía política.